Las actividades agrarias y ganaderas son llevadas a cabo en el medio natural, por lo que comparten un entorno con la fauna y la flora que ha de respetarse.
Con la llegada de la primavera son numerosas las aves que comienzan a nidificar o que vuelven de su periodo migratorio desde países más cálidos. También son muchas las especies de flora que crecen en las orillas de los ríos y acequias y que hay que proteger, de hecho hay varias de ellas que están en serio peligro de extinción.
Esta situación, en muchos casos, condiciona el día a día de los agricultores y ganaderos que lo deben tener en cuenta, en determinadas fechas del año, para compatibilizar las tareas agrícolas y ganaderas con el respeto al medio ambiente y los decretos que regulan los regímenes de protección y planes de recuperación de estas especies.
Para ello, el año pasado desde el Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (Inaga), tramitaron un total de 12.301 expedientes, de los cuales, 380 fueron de autorización ambiental integrada o evaluación de impacto ambiental de actividades ganaderas y 29 de evaluación ambiental de nuevos regadíos, modernizaciones de riego y concentraciones parcelarias.
En este último caso, la casuística es muy diferente, ya que si el proyecto de transformación agrícola es nuevo, la parte ambiental se contempla desde el primer momento.
La autorización ambiental integrada es una resolución por la que se permite, a los solos efectos de la protección del medio ambiente y de la salud de las personas, explotar la totalidad o parte de la explotación bajo determinadas condiciones.
Por su parte, la evaluación de impacto ambiental es el procedimiento técnico-administrativo que permite identificar y predecir qué efectos ejercerá sobre el medio ambiente y la salud humana, una explotación ganadera, cuantificándolos y ponderándolos para conducir a la toma de decisiones.
Estas medidas en ocasiones no son entendidas por algunos de los propietarios involucrados en la concentración, porque ven recortadas sus pretensiones de terreno iniciales. En otros proyectos y labores agrícolas y ganaderas, así como en la ampliación de superficies cultivables, también suelen surgir limitaciones temporales ante la presencia puntual de determinadas especies. Así, ocurre, por ejemplo, en el caso de la limpieza de acequias o zonas de riego, que se tienen que realizar en los periodos en los que no estén criando estos animales.
En otros casos, como por ejemplo las zonas donde vive el cangrejo de río, se suelen limpiar los tramos donde no están presentes o incluso se realizan rescates de cangrejos de las zonas afectadas, que luego se sueltan en otras partes del tramo de riego ya limpias.
Cambios de cultivo
Primavera y verano son las épocas en las que la mayor parte de las especies en peligro comienzan la época de cría. Es entonces cuando se establecen ciertos procedimientos para reconducir los tiempos de ejecución de algunas obras para hacerlas compatibles con las épocas más sensibles para las especies de fauna.
Pero a veces la puesta en marcha de grandes infraestructuras que suponen cambios en el uso del suelo (de secano a regadío), o la remodelación de grandes áreas agrícolas por procesos de concentración parcelaria, requieren un mayor esfuerzo de compatibilización. Para respetar los regímenes de protección de estas especies, en los nuevos proyectos se definen parcelas o zonas que se delimitan como áreas de especial sensibilidad ambiental y que se excluyen de las zonas regables o de los procesos de concentración. Aquí las aves pueden continuar con su ciclo vital sin problemas y compatibilizan su existencia con los usos agrícolas.